Por Jéssica Baquerizo Dávila. Periodista
Tienes toda la ilusión del mundo, tu cónyuge y tus hijos esperan ansiosos la Navidad, y, de pronto, hay que decidir dónde pasar la Nochebuena, porque tus suegros llamaron para invitarlos (y tu esposo ha dicho que sí) y por tu lado, tus padres se resienten si no vas y les llevas a sus nietos.
¿Qué hacer para que la fiesta no se opaque por la decisión anual de pasar con tus suegros o con tus padres? El diálogo es la única salida viable, después de razonar y decidir no hay por qué hacer un drama y puedes resolver ese "conflicto" con amor y paciencia.
Las alternativas
• Pasar temprano en la noche en casa de los unos y cenar en casa de los otros.
• Hacer una reunión en tu casa y ser vosotros los anfitriones de vuestros padres y suegros. Y si eso incluye cuñados, sobrinos, abuelos, tendréis la casa llena de gente querida.
• Pasar la Nochebuena en casa de los unos, y la mañana de Navidad en casa de los otros.
• Pasar la Navidad en casa de los unos y el año nuevo en casa de los otros.
• Decir a tus suegros que inviten a tus padres o a tus padres que inviten a tus suegros.
• Pasar en familia íntima, con tu esposo o esposa, vuestros hijos y tú.
Momento de crisis
Una pareja había decidido pasar la Navidad en casa de los padres de ella. La noche del 24 la suegra llama en un mar de lágrimas porque sólo su "hijito" faltaba en la reunión, que si no sería posible que aunque sea un ratito pasen a saludarla. Resultado: la pareja discutió esa noche. El esposo fue a casa de su mamá y la esposa se quedó sola en casa.
Otra pareja había decidido pasar temprano en casa de los padres de él y luego ir donde los suegros. La cena se demoró en servir, el cuñado no llegaba para la tradicional foto familiar, salieron apresuradísimos para la otra cita, llegaron tarde y la pareja también discutió.
Es de lo más común ver cómo, por el afán de complacer a padres y suegros, las parejas discuten en estas fechas, todo lo contrario a lo que se espera. Tenemos tan idealizada la Navidad con respecto a la actitud del esposo, de los padres y de los suegros, que al menor roce con la pareja, dejamos que se nos "caiga’ la celebración.
Una pareja había decidido pasar la Navidad en casa de los padres de ella. La noche del 24 la suegra llama en un mar de lágrimas porque sólo su "hijito" faltaba en la reunión, que si no sería posible que aunque sea un ratito pasen a saludarla. Resultado: la pareja discutió esa noche. El esposo fue a casa de su mamá y la esposa se quedó sola en casa.
Otra pareja había decidido pasar temprano en casa de los padres de él y luego ir donde los suegros. La cena se demoró en servir, el cuñado no llegaba para la tradicional foto familiar, salieron apresuradísimos para la otra cita, llegaron tarde y la pareja también discutió.
Es de lo más común ver cómo, por el afán de complacer a padres y suegros, las parejas discuten en estas fechas, todo lo contrario a lo que se espera. Tenemos tan idealizada la Navidad con respecto a la actitud del esposo, de los padres y de los suegros, que al menor roce con la pareja, dejamos que se nos "caiga’ la celebración.
La familia política
Si lo más importante para los padres es la felicidad de los hijos, si nos hace feliz verlos a ellos felices en sus matrimonios, si la Navidad la queremos en paz y armonía, tenemos que pensar primero en los demás.
Perfectamente podemos hacer un desayuno o brunch al siguiente día. Perfectamente podemos cenar antes de las 12 y disfrutar de los nietos más chiquitos. Perfectamente podemos sentir el amor de un hijo al teléfono en un "feliz Navidad mamá" y no presionarlo para que acuda presuroso a nuestros brazos pagando el precio de romper su armonía en casa con su esposa.
Es indudable y perfectamente comprensible que nos gustaría tener a todos los hijos reunidos esa noche. Pero que hagamos de ese deseo una exigencia egoísta es totalmente incoherente con el sentido de la Navidad.
Si lo más importante para los padres es la felicidad de los hijos, si nos hace feliz verlos a ellos felices en sus matrimonios, si la Navidad la queremos en paz y armonía, tenemos que pensar primero en los demás.
Perfectamente podemos hacer un desayuno o brunch al siguiente día. Perfectamente podemos cenar antes de las 12 y disfrutar de los nietos más chiquitos. Perfectamente podemos sentir el amor de un hijo al teléfono en un "feliz Navidad mamá" y no presionarlo para que acuda presuroso a nuestros brazos pagando el precio de romper su armonía en casa con su esposa.
Es indudable y perfectamente comprensible que nos gustaría tener a todos los hijos reunidos esa noche. Pero que hagamos de ese deseo una exigencia egoísta es totalmente incoherente con el sentido de la Navidad.
No olvidéis que lo que hace la Nochebuena feliz no es el vestido que luzcas, o el regalo que recibas. Lo que hace la Navidad feliz es pasar junto a tu esposo e hijos, sin importar si cenas aquí o allá, si es pavo o pernil, si es en tu país o en otro. Lo importante es que pases con la persona que amas y que te ama, sintiendo juntos el significado de la Navidad en tu corazón.
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